lunes, 3 de noviembre de 2014

Escena 6 - Sofía

Martes, doce y cinco. Abril. Clase nuevamente con los alumnos del quinto año “A”. Se sientan, la mayoría enojados y con hambre; como siempre perdieron diez minutos en rezongar sobre la poca gente que atiende el kiosco de la escuela. Les pido que se acomoden, y les digo que los entiendo, los últimos cuarenta minutos de los martes no son precisamente el módulo que más les agrade. Les recuerdo cuál era la actividad que habían realizado el jueves pasado.  Y les vuelvo a preguntar, ahora que ya hemos debatido sobre las diferentes definiciones que existen de literatura, les pregunto de nuevo, ¿qué es?, la mayoría, al unísono, desesperados por contestar todos juntos, “arte, profe, es un arte”, les dije que estaba muy bien su respuesta, y les pregunto, ¿por qué creen que es un arte?, una voz del fondo, me dice “profe es porque ¿es algo que se puede apreciar?”, y otra de la primera fila, “no, no, no es como un cuadro, o una escultura, solamente ves letras”, entre ellos comenzaron a debatir qué era o no era el arte. Todos exaltados, siempre queriendo tener la razón única. Los calmo, les pido que se ordenen, que así no se puede debatir ninguna postura sobre nada. Se acomodan y me preguntan, “entonces profe, ¿por qué es un arte?, y les explico, que el arte es una expresión del hombre, y como tal, existen diferentes expresiones artísticas, ya sean la pintura, la escultura, el teatro, la música, la danza, y el sinfín de las cosas que rodean al hombre y pueden convertirse, a través de una finalidad estética –dos alumnos me preguntan qué es la estética y les explico que representaría todo aquello que se realiza con el fin de ser algo bello, pero también se la considera como una rama del arte en la que se estudia la percepción del hombre y su idea de lo que es o no bello-, en arte, y que entonces, que si se pusieran a reflexionar un ratito, se darían cuenta de que la escritura también es una expresión del hombre, y en ese momento un grupito de tres alumnas levanta la mano y  explican “entonces si la escritura es expresión, la literatura por eso es arte”, “¿tiene algo que ver con el lenguaje profe?” pregunta otro alumno, por supuesto que tiene que ver con el lenguaje, le respondo, “¿puede ser algo como el lenguaje visual?”, exactamente le respondo, interpretamos todo lo que vemos y sentimos a través del lenguaje, y justo cuando estábamos logrando llegar a las reflexiones más importantes, toca el timbre. Les digo que no se olviden de lo que hablamos hoy, que la próxima clase seguíamos, ya con la incorporación de un pequeño práctico. Los saludo, y nos retiramos todos. 

Sofía Lucero

Escena 5 - Daniela

Una escena de enseñanza Asfura – Primer intento
Miércoles. Nueve de la mañana. Segunda hora después del primer recreo. Los alumnos comienzan a ingresar al curso. Cada uno de los 25 alumnos de primer año “B” saluda con un: -Hola profe. Y se sientan. Cuando están todos, comenzamos.
Lo primero que hacemos es armar una ronda con los bancos de modo tal que todos nos veamos. Mediante un par de preguntas retomamos el tema de la clase anterior: “texto narrativo”. Intercambio de preguntas multidireccionales para llegar al planteo de la consigna: todos deben pensar un protagonista, un tópico y una escena para comenzar a escribir la historia.
Uno de los alumnos comienza a escribir mientras el resto intercambia ideas conmigo. Luego,  una de las chicas da el puntapié inicial, y pasa la hoja a uno de sus compañeros y este a otro. La idea es que cada uno incorpore algo propio al texto, pero debe existir cierta correspondencia entre una cosa y la otra para lograr un texto con coherencia y cohesión (aspectos vistos anteriormente).
El orden no está explicitado, puede ir hacia la derecha, izquierda, salteado; lo que importa es que todos puedan ser partícipes, incluso evaluando lo escrito por el compañero y autoevaluándose.
Unos veinte minutos antes de que termine la clase, la docente –yo- propone que los estudiantes realicen una evaluación reflexiva acerca de la tarea, guiándolo con preguntas pero no dándole respuestas.

Una escena de enseñanza Asfura – Revisión
Miércoles a las nueve de la mañana. Segunda hora después del primer recreo. Los alumnos comienzan a ingresar al curso. Cada uno de los 25 alumnos de primer año “B” saluda con un: -Hola profe. Y se sientan. Cuando están todos comenzamos.
Mediante un par de preguntas se retoma el tema de la clase anterior: “texto narrativo” para recuperar conceptos que refieran a la estructura del mismo, ficción y género, trabajados anteriormente. Se da lugar a las dudas que los estudiantes puedan tener para resultas ya sea por parte del docente –yo- o por el aporte de algún compañero para finalmente plantearse la actividad de esa clase. Agrupados en no más de cuatro, los estudiantes deberán retomar los elementos propios de algún género y escribir un breve relato que consideren representativo del género elegido. La propuesta se orienta a generar un “aula taller” donde los alumnos a partir de la práctica que supone la escritura puedan diferenciar géneros y reconocer los elementos que estructuran un texto narrativo ficcional.
La actividad debe ser resuelta con la participación de todos los miembros. La docente, por su parte controla, sugiere  y resuelve dudas que surgen de la producción. Una vez que todos los grupos terminan su relato, faltando 30 minutos para el recreo, se propone la lectura en voz alta de cada uno –sin que los estudiantes que lo escribieron digan a qué género pertenece- para debatir y reflexionar acerca de cómo se estructura, qué elementos posee y a qué género pertenece.

Una escena de enseñanza Asfura – última versión
Miércoles. Nueve de la mañana. Segunda hora después del primer recreo. Los alumnos comienzan a ingresar al curso. Cada uno de los 25 alumnos de primer año “B” saluda con un: -Hola profe. Y se sientan. Cuando están todos comenzamos.
Mediante un par de preguntas se retoma el tema de la clase anterior: “texto narrativo” para recuperar conceptos que refieran a la estructura del mismo, ficción y género anteriormente trabajados. Se da lugar a las dudas que los estudiantes puedan tener.
La consigna que guía la clase es la de diferenciar los géneros literarios: maravilloso, fantástico y ciencia ficción. Los alumnos deben agruparse en grupos de no más de cuatro estudiantes; a los mismos se les asigna un género en particular sobre el cuál deben escribir un relato breve que sea representativo, para ello, deben pensar y seleccionar elementos que crean pertenecen al mismo, como así también la estructura narrativa.
La propuesta se orienta a generar un “aula taller” donde los alumnos a partir de la práctica que supone la escritura puedan diferenciar géneros y reconocer los elementos que estructuran un texto narrativo ficcional. La idea de que sea una producción grupal se vincula con el concepto de la “zona de desarrollo próximo” (Vygotski 1931); para que sea de ese modo (y que no haya un solo alumno que escriba) se propone que haya un debate en el grupo, donde se pueda consensuar la escritura y donde cada estudiante sea el encargado de llevar a cabo una parte de la producción. Como docente adopto el rol de reguladora de tiempo, control de la actividad, guía y si me resulta posible, sacar dudas abriendo camino a la reflexión.


Una vez que todos los grupos terminan su relato, faltando 30 minutos para el recreo, se propone la lectura en voz alta de cada relato –sin que los estudiantes que lo escribieron digan a qué género pertenece- para debatir y reflexionar acerca de cómo se estructura, qué elementos posee, a qué género pertenece y qué lo diferencia de los otros géneros.


Daniela Asfura

Escena 4 - Micaela

La Universidad es un territorio que permite el desarrollo del sujeto, un espacio único que nos completa en donde somos más íntegros, que nos enseña a articularnos. No hace mucho leí un post en un Face de un docente, palabras hermosas dirigidas a un estudiante. Y entonces otra vez los dardos de Diana (Nora, la maestra de primario) y las palabras de Gabriela, la docente del secundario dulces y estimulantes. Recordé inevitablemente muchas cosas y sobre todo el compromiso de docentes (como en este caso)en su campo disciplinar que al mismo tiempo transgreden al profesionalismo de su profesión.
Las preguntas ¿qué es la enseñanza? y ¿cómo queremos enseñar? son frecuentes en nuestra carrera. Son variadas la teorías que se inscriben en paradigmas diversos dándole a la misma un marco conceptual y metodológico y varias las materias pedagógicas que se suceden desde primer año iniciando un recorrido generativo hasta el último año de la carrera. En las prácticas somos testigos de lo que acontece en el aula pero también fuera de ella, en el marco del colegio como institución. Los alumnos como nosotros son sujetos históricos atravesados por la época en la que les toca vivir, por una historia de vida y son seres únicos e irrepetibles.
El desafío como docentes es enseñarles a pensar por sí mismos a través del conocimiento y del compromiso. Pensar en enseñar un conocimiento que en esta sociedad cada vez más eficienticista no se pierda en la maraña de la información fragmentada y se ancle en un nudo sino que pueda trasponerse y generar satisfacción en su logro como aprendizaje.

Teorías y paradigmas, metodologías, voces de pedagogos, carreras universitarias con título de grado o carreras terciarias, cursos y posgrados, etc que nos capacitan pero no vienen recetas sino que debemos encontrar nuestra manera de que y como enseñar tomando posicionamiento-s teóricos-s.


Micaela Pereyra

Escena 3 - Milena

Era el día más esperado para los alumnos: día viernes. Yo les había dado una consigna que consistía en la interpretación del Martín Fierro, luego de haberlo leído un poco en clase y un poco en sus casas.
Esta actividad, de carácter libre, era para la semana siguiente y les pedí que sean creativos, que se pongan en la piel de los personajes. Me quiero llevar una linda sorpresa, les dije.
El próximo viernes, fui al aula y los chicos estaban vestidos de gaucho y las chicas de paisana, habían llevado el mate y pastelitos. Se tomaron el tiempo de preparar todo esto y de ir un ratito antes al aula para que, cuando yo llegue, encuentre listo todo lo que habían organizado. Lo más lindo fue que me hicieron sentar, como parte del público, y un alumno comenzó a tocar la guitarra. Cada uno de ellos se había aprendido un verso y, al compás de la guitarra, los iban recitando.
Me preguntaron si yo me di cuenta de que habían leído la obra y, si además, capté que les gustó mucho realizar esta actividad.

Les dije que sí, que estaba muy contenta. Realmente me sorprendió… ¡Qué lindo es interpretar, qué lindo es enseñar!

Milena Melgarejo 

Escena 2 - Lourdes

Miércoles, 7.30 am. Formación, unas palabras de la directora, izamiento de la bandera, un “qué tengan un buen día” y al aula.
Cansados, dormidos, sin ganas de estar ahí, los chicos de 5° año se van acomodando lentamente en sus bancos. Algunos tienen que ir a otras aulas a buscar, la misma historia de siempre. Mientras ellos practican su rutina matinal, una vez más, yo voy sacando mi carpeta y acomodando mis cosas.
7:50, más o menos, estamos acomodados. Hay bullicio, pero ya todos están sentados. “Bueno, vamos a empezar, ¿sí?”, lógicamente, varios responden “¡No!” y otros, ni responden, están durmiendo en sus bancos, recostados sobre sus brazos que abrazan una almohada invisible. Empiezo a hablarles a los que están más cerca, que de hecho son los que no están durmiendo, les pregunto cómo están, si tienen alguna evaluación hoy, que hicieron ayer: preguntas que desestructuren un poco el ambiente y corten con la pereza de la mañana.
“Sé que están cansados chicos, yo también lo estoy, así que ¿porqué no empezamos con un juego?, así nos despertamos un poco” No hay mucha reacción en la mayoría, pero los que están más despiertos, responden “Bueno”. Les pido que muevan sus bancos, para formar un circulo, pero que no lo cierren del todo, así pueden observar el pizarrón. Un poco más despiertos nos vamos moviendo y acomodando de manera que todos entremos en la ronda. No les explico de qué trata, para que la consigna no se condicione por otros factores. Primero, pregunto quién quiere ser el responsable de tomar nota de lo que se va escribiendo, una alumna se ofrece. Les pido que, de a uno, se levanten y escriban una palabra cualquiera en el pizarrón, la primera que se les venga a la mente, sin escribir groserías. De a uno, lo van a haciendo, algunos chicos dicen sus palabras desde el banco, para que otro las anote en el pizarrón. Un alumno, que ya pasó, me pregunta si puede escribir otra palabra, le digo que sí y pasa… Varios quieren volver a escribir.
En el pizarrón se observan en mayoría los sustantivos, en menor medida los adjetivos y algunos verbos, que fuimos clasificando y charlando a medida que los escribieron. Ahora les pregunto sí con esas palabras podríamos formar oraciones, me responden que sí, entonces  les pido que a medida que las armen, pasen a escribirlas. Una alumna me pregunta si puede cambiar el verbo (la desinencia), porque no le coincide con el sujeto que eligió. “Sí chicos, pueden cambiarlos como les parezca mejor”. Una vez que veo que ya no van a pasar más y, aunque no pasaron todos, paso a la próxima etapa.
Les pregunto a ellos que creen que se puede hacer con lo que está escrito. Las respuestas son variadas, desde “borrarlo” hasta “hacer un cuento”. Esa respuesta me gusta. “Bueno, entonces vamos a escribir  algo”. Algunos alumnos me reclaman que las palabras y oraciones que hay allí no alcanzan, un compañero les responde que no importa, que podemos usar otras, “¿o no, profe?”. “Seguro que sí, pueden usar esas y más, inclusive-les digo- no es necesario que usen todas las del pizarrón, pueden usar una como disparador y crear, de ahí en más el resto del relato”.
Un estudiante me pregunta si deben “volver a sus lugares”, le respondo que no es necesario, que pueden quedarse así o ubicarse como le guste. Otro me pregunta si puede escuchar música, mientras escribe, también le digo que sí, mientras use sus auriculares para no distraer al resto, que quizás no quiera escuchar música. Y así, de a poco se ponen a trabajar. Una alumna, al rato, me pregunta si lo tienen que entregar ahora: “si lo terminan ahora, sí, pero si no pueden terminarlo en sus casas y me lo traen la clase que viene” es mi respuesta. Los chicos hablan entre ellos, algunos charlan, otros trabajan en silencio. El sonido del lápiz haciéndole cosquillas a la hoja es hermoso.
Se va haciendo la hora, los chicos empiezan a guardar. Está por tocar el timbre. Algunos se levantan a entregarme la hoja, otros no. Les pido que acomoden los bancos antes de irse, por sí a la profe de la hora siguiente le molesta “el desorden”. Algunos los ponen en su lugar anterior, otros ya están firmes, al lado de la puerta, esperando el timbre. Suena. Y se van.

           Lourdes Oliva

Escena 1 - Macarena


Ingreso al aula un lunes a las 7:30 de la mañana. Enciendo las luces del salón y me encuentro con una atmósfera soñolienta. Los estudiantes no tienen ganas de estar allí y desean, profundamente, estar en sus camas mirando tele y esperando que los días vuelen hacia las vacaciones. En el aula, el tiempo transcurre muy lentamente para ellos. Lo noto y desespero un poco. Preferiría oír barullo y ver chicos y chicas caminando.
Para comenzar con la clase que tengo planificada, intento que recuperemos los que vimos la clase anterior: los verbos en las narraciones. Sin embargo, al ver nuevamente esos rostros abúlicos, casi inertes, se me ocurre sacar de la galera una consigna que los despierte y divierta: la famosa consigna surrealista de la ruleta. Hago un corte ceremonial entre tanta desolación y paso a explicarla. Comienzan a entusiasmarse y yo también. Cambian los gestos y algunos ojos se abren para oír de qué se trata esta rareza.
En fin, ¡que arranque el juego!
Pasan los minutos, pasan las palabras y, entre risas, los estudiantes van llenando sus hojas en blanco con creatividad y desenfado. “¿A dónde meto ‘chuchería’?”, dice uno. Risas. Así, siguen armando su texto lleno de locura, de sin-sentidos, de sentidos nuevos. Me fascina ver esas manos moverse al ritmo de la trama que desenvuelven. Siento que la clase cobra vida.
Luego de media hora de clase, damos por finalizada la actividad. ¿Y ahora? Y ahora leemos lo que escribimos. Comienza uno. Luego, otra. De repente, viene la profesora del aula contigua a quejarse por nuestras risas y gritos. No solicitó, encarecidamente, que nos “riamos en silencio”, lo cual es aún más gracioso. Las gesticulaciones se exageran por demás y a estos jóvenes les gusta bastante la actuación. Y es así como de nuevo vienen los gritos y la profesora de al lado y la Directora y el reto.
Para ponernos un poco serios, decidimos “ponernos a trabajar”, como pidió la Directora. Entonces, comenzamos a analizar los textos que acababan de salir del horno. Reflexionamos en silencio, pensamos y discutimos acerca del uso que cada uno le dio a las palabras y la multiplicidad de significados que surgieron a raíz de la urgencia. Observamos que algunos se animaron un poco más a la invención y sustantivaron verbos insustantivables…insustantivizables…bueno, eso. Otros, transformaron sustantivos comunes en propios. De esta manera, los llevo a los verbos y la narración para volver al tema que habíamos dejado a medias. Y cuando sonó el timbre del recreo, nos fuimos con una gran sonrisa de aprendizaje en el rostro.


Macarena Aguilar