lunes, 3 de noviembre de 2014

Escena 2 - Lourdes

Miércoles, 7.30 am. Formación, unas palabras de la directora, izamiento de la bandera, un “qué tengan un buen día” y al aula.
Cansados, dormidos, sin ganas de estar ahí, los chicos de 5° año se van acomodando lentamente en sus bancos. Algunos tienen que ir a otras aulas a buscar, la misma historia de siempre. Mientras ellos practican su rutina matinal, una vez más, yo voy sacando mi carpeta y acomodando mis cosas.
7:50, más o menos, estamos acomodados. Hay bullicio, pero ya todos están sentados. “Bueno, vamos a empezar, ¿sí?”, lógicamente, varios responden “¡No!” y otros, ni responden, están durmiendo en sus bancos, recostados sobre sus brazos que abrazan una almohada invisible. Empiezo a hablarles a los que están más cerca, que de hecho son los que no están durmiendo, les pregunto cómo están, si tienen alguna evaluación hoy, que hicieron ayer: preguntas que desestructuren un poco el ambiente y corten con la pereza de la mañana.
“Sé que están cansados chicos, yo también lo estoy, así que ¿porqué no empezamos con un juego?, así nos despertamos un poco” No hay mucha reacción en la mayoría, pero los que están más despiertos, responden “Bueno”. Les pido que muevan sus bancos, para formar un circulo, pero que no lo cierren del todo, así pueden observar el pizarrón. Un poco más despiertos nos vamos moviendo y acomodando de manera que todos entremos en la ronda. No les explico de qué trata, para que la consigna no se condicione por otros factores. Primero, pregunto quién quiere ser el responsable de tomar nota de lo que se va escribiendo, una alumna se ofrece. Les pido que, de a uno, se levanten y escriban una palabra cualquiera en el pizarrón, la primera que se les venga a la mente, sin escribir groserías. De a uno, lo van a haciendo, algunos chicos dicen sus palabras desde el banco, para que otro las anote en el pizarrón. Un alumno, que ya pasó, me pregunta si puede escribir otra palabra, le digo que sí y pasa… Varios quieren volver a escribir.
En el pizarrón se observan en mayoría los sustantivos, en menor medida los adjetivos y algunos verbos, que fuimos clasificando y charlando a medida que los escribieron. Ahora les pregunto sí con esas palabras podríamos formar oraciones, me responden que sí, entonces  les pido que a medida que las armen, pasen a escribirlas. Una alumna me pregunta si puede cambiar el verbo (la desinencia), porque no le coincide con el sujeto que eligió. “Sí chicos, pueden cambiarlos como les parezca mejor”. Una vez que veo que ya no van a pasar más y, aunque no pasaron todos, paso a la próxima etapa.
Les pregunto a ellos que creen que se puede hacer con lo que está escrito. Las respuestas son variadas, desde “borrarlo” hasta “hacer un cuento”. Esa respuesta me gusta. “Bueno, entonces vamos a escribir  algo”. Algunos alumnos me reclaman que las palabras y oraciones que hay allí no alcanzan, un compañero les responde que no importa, que podemos usar otras, “¿o no, profe?”. “Seguro que sí, pueden usar esas y más, inclusive-les digo- no es necesario que usen todas las del pizarrón, pueden usar una como disparador y crear, de ahí en más el resto del relato”.
Un estudiante me pregunta si deben “volver a sus lugares”, le respondo que no es necesario, que pueden quedarse así o ubicarse como le guste. Otro me pregunta si puede escuchar música, mientras escribe, también le digo que sí, mientras use sus auriculares para no distraer al resto, que quizás no quiera escuchar música. Y así, de a poco se ponen a trabajar. Una alumna, al rato, me pregunta si lo tienen que entregar ahora: “si lo terminan ahora, sí, pero si no pueden terminarlo en sus casas y me lo traen la clase que viene” es mi respuesta. Los chicos hablan entre ellos, algunos charlan, otros trabajan en silencio. El sonido del lápiz haciéndole cosquillas a la hoja es hermoso.
Se va haciendo la hora, los chicos empiezan a guardar. Está por tocar el timbre. Algunos se levantan a entregarme la hoja, otros no. Les pido que acomoden los bancos antes de irse, por sí a la profe de la hora siguiente le molesta “el desorden”. Algunos los ponen en su lugar anterior, otros ya están firmes, al lado de la puerta, esperando el timbre. Suena. Y se van.

           Lourdes Oliva

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